lunes, 14 de abril de 2014

Lapland (Part II)

¡Por fin! Horas de viaje en autobús, visitas de otro par de horas, zonas de descanso, espalda rota por los asientos, pero... ¡Ya estamos en Laponia!


Edu y yo compartimos el cottage con 4 personas más, 3 francesas y un francés, igualdad de género pero minoría en nacionalidad.
No pasa nada, tenemos más flow, a final de semana estarán bailando esto:


Vamos a calificar el cottage de forma objetiva y meramente cualitativa: estaban muy de puta madre.
3 habitaciones, cocina totalmente equipada, salón con sofás excesivamente cómodos, 2 baños y SAUNA.
Sobra decir que lo primero que hicimos fue ir directos a la sauna, justo después que viniera la monitora de la agencia de viajes a enamorarnos con sus ojazos y a explicar no sé qué cosas importantes o algo.

Algo genial de Saariselka es que aquí está la colina más larga de Europa para deslizar en trineo, pero la tienes que subir a pie. Hundida máxima.
Una vez subes toda la colina la cosa cambia, porque la bajada es otra historia.

(Desde el punto casi más alto)

(unos cuantos bajando la colina de noche)

Era bastante divertido ir subiendo y ver como pasaban a tu lado un montón de gente en trineo a toda pastilla. Al principio cuando veía las hostias enormérrimas que nos pegábamos todos incluso me asustaba, pero tras bajar unas cuantas veces y volcar en repetidas ocasiones mi reacción acabó siendo esta:


He de confesarte que en mi primera bajada en solitario pasé miedo de verdad. La bajada consiste en una zona recta desde arriba del todo en la que pillas bastante velocidad, acabando esta zona en una pequeña cuesta arriba para frenar o, como pasaba en la mayoría de los casos, parar totalmente antes de entrar a un puente.
A partir del puente empezamos a tener árboles a ambos lados de la bajada. Ligera chicane derecha-izquierda y entramos al segundo puente, con velocidad porque en esta segunda parte la pendiente es mucho mayor. Pasamos el segundo puente y curva a la derecha para no comerte los árboles de delante, seguida de curva a la izquierda evitando terminar en la red naranja de seguridad y... p'alante! Última zona saliendo de los árboles y parando en la falda de la colina.

Pues bien, a mi me dio por ponerme en plan aerodinámico y la velocidad que cogí desde el principio se me fue de las manos. Era de noche, así que ya de primeras se veía poco (no hay iluminación hasta el final). Llegados a la zona de curvas prácticamente no había frenado (ni siquiera en la parte justo antes del primer puente). Cruzo el primer puente, giro, estabilizo, entro al segundo puente y sólo veo árboles por delante.



¿Qué hice? Obviamente, justo lo que NO hay que hacer. Clavé mis pies en la nieve esperando frenar a tiempo y consiguiendo únicamente que me saltara toda la nieve del mundo a la cara. Lo poco que pude ver fueron los árboles acercándose peligrosamente a mi cara, así que ante la duda la más tetuda a lanzarse a la nieve, rodar y que sea lo que Dios quiera.
Lo siguiente fue rebotar junto con el trineo hasta la red naranja de seguridad y quedarme ahí parado pensando en lo que acababa de ocurrir.

Descontando este "casiaccidentado" descenso en trineo, el resto de bajadas que hicimos fueron bastante más tranquilas.

Tuvimos pocos días allí, así que hubo que aprovecharlos lo mejor posible.

Si me pongo a contar detalladamente todo lo que hicimos puede que esta entrada ocupe medio internet, así que voy a recurrir a un vídeo hecho con la Go-Pro de uno de los franceses. Descenso, huskies, motos de nieve... Ponte cómodo y disfruta ;)

           


No todo lo que hicimos quedó reflejado en un vídeo. Por ejemplo, la reacción que tuvimos al ver la aurora boreal.
Toda la semana con el cielo nublado, sin verse una miaja de nada, hasta que llegó el último día. Cielo despejadísimo durante todas las horas de sol. ¡BIEN! A las 7 en punto ya es oficialmente de noche, así que a las 18:30 salimos del cottage dirección cima de la montaña y adivinas qué ocurrió ¿verdad?
¡Ni la luna se veía de todas las nubes que aparecieron de repente!
¡Una mierda todo!
En fin... ya estábamos allí, no hay que rendirse. Todos decidieron irse porque no se iba a ver nada, pero yo decidí quedarme un rato más, y mi cabezonería hizo que Edu también se quedara (eso y que yo estaba tumbado en el trineo que teníamos que compartir).
Veinte minutos después (aproximación sacada de la manga) tocaba bajar. Imaginad nuestra sorpresa cuando estamos en la última parte del descenso y vemos en el cielo unas luces en forma de acordeón.

¡¡¡LA AURORA BOREAAAAAAAAAL!!!
¡¡¡LA AURORA BOREAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAL!!!


Felicidad extrema y carrera a la cima para verla mejor, sin dejar de gritar de la emoción y con gente mirándonos como si fuésemos un par de retrasaditos.

Raro parecía que cuanto más subíamos peor se veía, así que decidimos parar en cuanto salimos de la zona de árboles.
Tumbados en la nieve y con The House of the Rising Sun sonando en el móvil la sensación de estar en la cima del mundo y poder ver las "northern lights", como las llaman en inglés, fue simplemente indescriptible.

Un rato mirando al cielo y parece que descubrimos una especie de patrón en el movimiento de la aurora...

-Tío... ¿no serán focos de esos enormes?
-Pues... no sé... no creo, ¿no?
-No sé... de vez en cuando me lo parece pero luego no... No, no no no, no puede ser. No son focos.
-No no, ¿además de dónde? Si aquí no hay nada.

Sospechas... muchas sospechas. Pero estamos en mitad de la nada. Laponia. Es la aurora boreal.

Bajamos y encontramos a un grupo de chinos a los que preguntamos si han visto la aurora.

-¿La aurora? ¿Os referís a esos focos que salen desde el hotel de la fiesta de esta noche?


¿Por qué? ¿Por qué tuvieron que decírnoslo? Todo iba bien y podíamos ser felices viviendo en la ignorancia...

Siempre hay que ver el lado bueno de las cosas, así que mi conclusión de esto es que tengo que volver y ver la verdadera aurora boreal en todo su esplendor, hacer el paseo en moto de nieve, coger un barco a Noruega para meterme a nadar en el océano Ártico...

Laponia: ¡volveré!


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